¡A la plaza! 

Viaje al corazón de la bestia que ocultan los Mercados

Acerca de José Luis Estrada Liébana

Esther Bajo

Conocí a José Luis Estrada cuando era redactor de Deporte de Diario de León y desde entonces fue mi inseparable compañero y el amor de mi vida. Supe que era cabreirés, aunque tan atípico por su altura y el tipazo que tenía que no quisieron incluirle en un estudio antropológico sobre La Cabrera cuando era estudiante.

Aunque nació en Truchas, de donde es su madre, vivió en varios pueblos, pues su padre, sanabrés de origen, era guarda forestal o, como solían llamarle los vecinos y a José Luis le gustaba oír, era "guarda-ríos". Uno de esos pueblos fue el Valle de las Casas, donde pidió destino su padre por la buena fama del maestro (buena como maestro, que no políticamente, dado que había sido republicano).

Uno de esos ojeadores que entonces iban por los pueblos buscando niños espabilados para engrosar la clientela de los colegios lo separó de su casa y sus padres con 9 años para llevarlo nada menos que a Almagro, a un seminario de frailes más propio de una novela de Dickens que de la Europa de los años 70. Allí aprendió poco pero hizo amigos para siempre, como Francisco Martínez Carrión.

Carrión, que tenía clara su vocación, decidió la carrera de José Luis, que no la tenía nada clara. Así que ambos se fueron a estudiar Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid, compartiendo también piso. Con el periodismo, por cierto, le pasó como con la paternidad: la eligió sin ninguna convicción y resultó tener todas las cualidades para dedicarse a ello.

Terminada la carrera, hizo prácticas en el Diario de León. Luego trabajó como jefe de Prensa en el Gobierno Civil de León, con un gobernador al que apreció mucho por considerarle una buena persona, pero de quien tuvo que lamentar su cobardía. Y es que en esa época se produjo un suceso trágico: unos guardias civiles dispararon contra una pareja que estaba dentro de un coche aparcado en el campo, a las afueras de la ciudad, dejando a la chica con secuelas de por vida; José Luis aconsejó al gobernador que detuviera inmediatamente a los responsables, pero él no se atrevió, algo que después reprocharía duramente el entonces vicepresidente del Gobierno, Alfonso Guerra.

Del Gobierno Civil se fue sin cobrar y fue contratado por el Ayuntamiento de Zamora, a pesar de que en la entrevista de trabajo se puso tan nervioso que no consiguió pronunciar palabra. Fue, de hecho, el primer responsable de comunicación del Ayuntamiento de Zamora, de modo que cuanto hizo abrió caminos, justamente lo que seguiría haciendo toda su vida. El alcalde era el primero socialista que tenía esa ciudad, Andrés Luis Calvo. Era 1983. José Luis tenía 24 años y en los cuatro siguientes hizo desde un magnífico vídeo sobre la Semana Santa de Zamora (hizo el guión, lo dirigió y hasta participó en el montaje sin saber nada de imagen y siendo éste, entonces, un medio muy novedoso aún… ¡ah, y sin ser religioso!) hasta provocar dimisiones y cambios dentro del PSOE, sin haber sido militante. Terminada la legislatura y dado que el PSOE perdió las siguientes Elecciones, José Luis se quedó en el paro, que dedicó a hacer algunos viajes.

Finalmente, su amigo y antiguo compañero, Paco Carrión, que había entrado a dirigir el Diario de León, le contrató para la sección de Deporte. Cuando le conocí estaba más que harto de una sección que no le interesaba nada y decidido a dar un ultimátum a Paco quien, efectivamente, le pasó a Local. Y ahí empezó nuestra vida en común y su verdadera carrera periodística, entre la que destacaré sólo lo más importante. Para empezar, una serie de reportajes sobre barbaridades urbanísticas en el área metropolitana pero, sobre todo, una serie de reportajes sobre consumo que tuvieron un trabajo de investigación apasionante, una repercusión social extraordinaria y una repercusión personal que se puede resumir en despido y destierro. José Luis Estrada, auxiliado por miembros de la Asociación de Consumidores Lancia, descubrió la existencia de una partida de 500.000 kilos de carne procedente de vacas tuberculosas que se estaba comercializando en las carnicerías de toda España; la inexistencia de sistemas de tratamiento por calor en los mataderos leoneses; una red de mataderos ilegales; la venta indiscriminada de clembuterol y otras hormonas para el engorde artificial e ilegal de ganado que, por cierto, provocó más de un millar de intoxicaciones en seres humanos durante los cuatro años siguientes; la existencia de una nave desde la que se vendía a colegios y hospitales comida caducada y, por fin, el fraude de las guías sanitarias, que probó obteniendo una, rigurosamente firmada por el veterinario inspector, para sacrificar seis supuestas vacas que iba a transportar en un vehículo cuya matrícula correspondía a su Opel Corsa.

A partir de 1991 fue el director de Diario 16 Burgos, diario que revolucionó el periodismo en esa ciudad, hasta entonces dominada por una única voz, la del Diario de Burgos, que había sido comprado por el empresario Antonio Miguel Méndez Pozo “El Jefe” tras ser acusado en el Caso de la Construcción. José Luis Estrada no sólo procuró una información veraz sobre ese caso –primero en el país por corrupción urbanística- que, entre otras repercusiones, obligó a dimitir al alcalde José María Peña y llevó a Méndez Pozo a la cárcel durante un año que, por cierto, aprovechó para ampliar su poder mediático. También renovó el periodismo local introduciendo nuevos temas, primando la investigación, denunciando el estado lamentable de la Catedral de Burgos, creando un innovador Consejo Editorial, publicando la más completa y actual Historia de Burgos, promoviendo la declaración para Burgos de Ciudad Patrimonio de la Humanidad y poniendo en marcha, por una parte, el suplemento cultural El Dorado de Castilla (objeto de un libro de Carlos de la Sierra y Fernando Ortega) y Mercado 16, el primer gratuito de Burgos.

El cierre del Grupo 16 le impelió a intentar poner en marcha un periódico estrictamente independiente, creando una sociedad de intelectuales –entre ellos, los pintores José Vela Zanetti y Juan Vallejo- que, solidariamente, pusieron el capital y dieron lugar al Diario XXI de Burgos que, antes de salir a la calle fue “secuestrado” por los sempiternos intereses de los empresarios del sector de la Construcción que copan los diarios locales. Abandonando, pues, el proyecto –que fue después comprado por El Mundo- y tras un breve paso por La Tribuna de Salamanca como gerente, volvió a su tierra natal -donde adoptamos a nuestras dos hijas, Hiral y Rayani- para dirigir La Crónica de León, hasta su fallecimiento el 15 de marzo de 2012.